jueves, 9 de agosto de 2018

Los trabajos que nunca fueron (Parte II de II)

A pesar de que el título definitivo del post de hoy es "Los trabajos que nunca fueron (Parte II de II)", que continúa (y finaliza, de momento) la "saga" de 2 capítulos con el mismo nombre, he dudado entre otras posibles opciones. 

Se barajaba también "Cerrando puertas por fuera", "Alejandradas" o "Mi ego y yo". 

Como decía en entradas anteriores, en el mundo laboral sobrevive el más fuerte y en ocasiones el mejor adaptado al medio. Un medio tremendamente complicado y competitivo.
A veces, para sobrevivir te tocará agarrarte a un clavo ardiendo; otras serás tú quien tenga la sartén por el mango. En ocasiones, sin embargo, decidirás tirar la sartén al carajo y probar suerte con un robot de cocina.

Qué hambre me está entrando de repente...

Como decía, puede que toque jugársela y arriesgarse con o sin red de seguridad.

Dicho esto, en esta entrada traigo 3 experiencias en las que, al contrario que en la Parte I, quien rechaza ciertas oportunidades laborales soy yo, por decisión propia. Al final de la entrada os cuento mi valoración a medio-largo plazo.


1. Mi primer contrato indefinido


Llevando un tiempo (casi un año) trabajando en el sector de la consultoría recibo una oferta de una empresa, a priori, similar pero con sus diferencias notables en cuanto a las condiciones.

Todo son facilidades desde el principio. Siempre he puesto como condición que mientras esté trabajando  sólo realizaré entrevistas fuera de mi horario laboral. 
Entiendo que a pesar de querer cambiar de empresa, el compromiso con quien te emplea y la profesionalidad deben permanecer intactos.
Y digo que todo fueron facilidades porque esto que explico en el párrafo anterior no es entendido de igual manera por todas las empresas. Imagino entonces que si un empleado suyo se ausenta de su puesto para realizar entrevistas será visto con buenos ojos, o indiferencia. O simplemente tengan la confianza ciega de que no ocurrirá pues sus empleados se encuentran completamente satisfecho y no tienen ni tendrán nuevas aspiraciones.

El caso es que la serie de entrevistas que realicé para esta empresa no fueron del todo convencionales; con excepción de la primera con el cliente y el gerente de la empresa consultora. Las 2 siguientes fueron tomando un café en una cafetería cercana a las oficinas. Un ambiente distendido pero sin bajar la guardia. No olvidemos lo que nos estamos jugando.

Las negociaciones son duras, muy duras:
- Hablemos de dinero. ¿Cuáles son tus expectativas?
- Esto
- De acuerdo, te ofrezco "esto" y "este otro tanto más" - Me pilla desprevenido con su estrategia.

Finalmente las condiciones se resumen en un Contrato Indefinido (Hasta ese momento trabajaba "indefinidamente" por obra y servicio) y un sueldo bastante competitivo en comparación con el que tenía. En conclusión, esto era un ascenso en toda regla en cuanto a condiciones y a confianza depositada en mí. La única pega, la distancia de mi casa al trabajo (4h cada día entre ida y vuelta).

Los inicios no siempre son fáciles pero creo que puedo llegar a hacerlo muy bien. Eso pienso hasta mi 14º en el nuevo trabajo.

Recibo una llamada de una empresa que conozco bastante bien. La llamada es referente a una oferta de empleo a la que me había inscrito tiempo atrás. Bueno, no exactamente a esa oferta de trabajo estable, sino para cubrir una baja por maternidad de un puesto diferente para el que creen (saben) que doy el perfil.

Obviamente, rechazo amablemente la oferta explicando las razones. Acabo de firmar mi primer contrato indefinido. Han depositado en mí una confianza que noto, y valoro mucho. Finaliza la llamada y vuelvo a mi puesto de trabajo.

Tras un giro inesperado de los acontecimientos, unas horas más tarde estoy presentando mi renuncia voluntaria para cubrir una baja por maternidad.

En ese intervalo de tiempo ocurrieron muchas cosas y a mucha velocidad. Cinco minutos más tarde de rechazar la oferta volví a llamar para aceptarla, algo angustiado por si ya hubiesen cubierto la plaza. Ingenuo.

Ese mismo día realicé el trámite de la entrevista y me confirmaron mi incorporación. Acto seguido presenté mi baja en la que era mi actual empresa.

Mi primer contrato indefinido duró 14 días.


2. Hemos venido a jugar


Prácticamente todas estas anécdotas ocurren en un espacio relativamente corto de tiempo. Coinciden con el momento en que tomé la decisión de iniciar el Máster de Formación de Profesorado para poder ser en un futuro y si las condiciones eran propicias, profesor de instituto, mi vocación.

Poco después a la experiencia anterior, con contrato (muy) temporal y renovado en múltiples ocasiones, me ofrecen renovarlo una vez más.
En principio es una muy buena noticia. Me asegura seguir trabajando, aprendiendo y, por supuesto, cobrando como ingeniero durante un tiempo más.

Es el momento también de iniciar las prácticas obligatorias del Máster en un instituto. No tengo ni idea de cómo lo voy a hacer, si podré compaginarlo, si tendré que renunciar a algo...

Finalmente se me presenta la oportunidad de realizar las prácticas en mi cole de toda la vida, donde pasé toda mi etapa escolar (14 años nada menos), y como tutor tendría a uno de los profesores más motivantes y capacitados para la docencia que tuve. No me hubiese gustado desaprovechar esa oportunidad para dar clases en este colegio junto a este profesor (Modo Nostálgico ON).

La decisión está tomada, voy a apostar por la docencia y estaré todo el tiempo que me dejen estar como profesor en prácticas (sin remuneración más allá de la prestación por desempleo) dejando el trabajo (remunerado) de ingeniero.

He de decir que no todos comprendieron mi decisión, y no les culpo, la verdad.

Se acabaron las prácticas, tras 6 meses y una experiencia inolvidable, y no hubo "suerte" de continuar como profesor titular durante el curso siguiente. No me arrepiento de haberlo intentado.

Pero antes...



3. (Casi) Se cierra el círculo


Poco antes de finalizar las prácticas recibo una llamada de una empresa que, digamos, también conozco bien. Una de esas empresas en las que parece que su religión prohíbe hacer contratos indefinidos. Me ofrecen un nuevo puesto de ingeniero para realizar un proyecto en principio interesante.

Las condiciones:

  • Contrato temporal de 4 meses por necesidad del proyecto
  • Mismo sueldo (bajo) que en mi etapa anterior

No acepto.
Encuentro una falta de respeto la oferta del mismo sueldo teniendo en cuenta la experiencia y otros aspectos en los que prefiero no entrar. Así se lo hice saber.

Nueva oferta adicional:

  • 1.200€ adicionales al finalizar el proyecto (Ojo, no los 4 meses)
Ahora podemos empezar a entendernos.


Esta oferta sólo se ha realizado por teléfono, por lo que para valorarla seriamente comunico que me gustaría recibirla por escrito. Llamadme desconfiado.

Y me da por pensar:

Si por lo que sea, que seguramente no ocurra, el proyecto se alarga más de 4 meses, ¿qué pasa?
¿La prima seguirá siendo del mismo importe al finalizar el proyecto?, ¿Se prorrateará durante el tiempo que dure?, ¿Recibiré una prima adicional a proporción de lo que se alargue el proyecto?
Voy a preguntar

Yo: Oye, si el proyecto se alarga, la prima crece de forma proporcional, ¿no?
Empresa: No, no. Si el proyecto no se va a alargar.
Yo: Ya, ya. Pero y si se alarga?
Empresa: Que no se alarga, tú confía en mí.

No acepto.
No acepté las condiciones porque algo me olía raro. Volved a llamarme desconfiado.

Finalmente me ofrecen (telefónicamente) ampliar la prima proporcionalmente en el muy hipotético y poco probable caso (guiño guiño) de que el proyecto dure más de 4 meses.

Acepto.

Me parece correcto pero, desconfiado de mí, lo quiero por escrito. Tras alguna pega y mala cara virtual la empresa acepta y me envía el acuerdo de pre-contratación.

Por fin, ya he conseguido lo que quería. Ya tan sólo queda firm...

No acepto.

Hay 2 cosas que no soporto (quizás alguna más):

  1. Que me tomen por tonto
  2. Darme cuenta (tarde) de que me están tomando por tonto
No puedo hacer nada para evitar la primera, pero sí la segunda, y así lo hice.



Conclusiones:



  1. Hay algo común en cada una de las anécdotas/experiencias: Oportunidad. Intento no dejarme escapar ni una
  2. Más de uno/a no entendió mis decisiones, y en parte es normal. Seguramente menos las entenderían si conociesen la historia completa
  3. Podrás acertar o fallar con tus decisiones; lo que he podido aprender es que una vez que coges un camino no puedes abandonarlo a la mitad ni darte media vuelta sin saber qué te espera al final
  4. Analizándolo con la perspectiva que da haber tomado distancia y pasado tiempo, creo que absolutamente todas las decisiones fueron acertadas. De todas he sacado algo positivo. Con algunas he abierto nuevas puertas, y con otras las he cerrado para no volver a abrirlas.
  5. Me encanta hacer enumeraciones


Ahora os toca a vosotras/os, si gustáis:

¿Tenéis experiencias similares, tanto de plantones que os hayan dado como puertas que hayáis cerrado a propósito?

Los comentarios son ANÓNIMOS

:)

Nos leemos.