martes, 18 de noviembre de 2014

Maratón de Valencia 2014 - Perder el respeto al Maratón

Como se suele decir, "Unas veces se gana, y otras se aprende". Pues esta vez tocó aprender. Tocó aprender mucho. 


A continuación, la respuesta. 

Desde abril, cuando corrí mi último maratón, han sucedido muchas cosas. Al poco tiempo de finalizar esta carrera, y tras un merecido tiempo de descanso y reflexión, me puse en marcha de nuevo para preparar el siguiente objetivo, el Maratón de Valencia. 

No tardaron en llegar los problemas, aún sin haber superado del todo la periostitis tibial que me tuvo un mes en el dique seco apareció de nuevo mi amiga la cintilla iliotibial. Dolores y más dolores en los pocos entrenamientos que pude realizar, aprovechando cada momento de lucidez de mi rodilla para rodar unos kilómetros.

Por el camino surgió una oportunidad irrechazable: Correr el Maratón de Berlín. A pesar de la nula preparación y el bajísimo estado de forma, ni me lo planteé. Entendí que ésta era una de esas oportunidades que o aprovechas en el momento o la pierdes, quizás para siempre. 

Una semana antes de la gran cita quise hacer un rodaje, más que para auto-convencerme de que podía hacerlo, para comprobar el nivel de dolor de rodilla que podía soportar. Después de una tirada de 13km, me quise engañar, perdiendo el respeto por primera vez al Maratón y decidí viajar a Berlín. 

Esa misma tarde quise reservar los billetes, completamente decidido. Curiosamente, en el momento de formalizar el pago, "Error en la transacción". Lo intento de nuevo; "Error en la transacción". ¡Vaya por dios! Mañana a primera hora lo vuelvo a intentar. 

Pero no fue así. Unos fuertes pinchazos en la rodilla me mantuvieron toda la noche en vela. Estaba claro, no podía correr. Sé que ese "Error en la transacción" no fue mera casualidad. 

Siguieron pasando los meses, sin apenas entrenamientos y con muchas dudas. Intenté ceder mi dorsal para que al menos alguien lo pudiese aprovechar pero finalmente no fue posible.

En estas últimas semanas antes del Maratón de Valencia conseguí completar algún que otro entrenamiento sin apenas molestias, lo que me subió la moral y me cegó ante la realidad. Fue aquí cuando le perdí el respeto por segunda vez al Maratón. Me veía tan fuerte que pensé que vivir de las rentas, algo a lo que estoy bastante acostumbrado, sería suficiente para completar la carrera de manera decente e incluso ir a por M.M.P, ¿Por qué no? 

Llegamos a Valencia el mismo sábado antes de la carrera, por la noche. Ni trote de 15 minutos para desentumecer las piernas ni nada que se le pareciese. (A estas alturas imagino que sabréis lo que hice, por tercera vez). 

Domingo por la mañana. Esta vez sí que sí. El gran día. No sin contratiempos llego a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Últimos auto-mensajes de ánimo antes de salir. 

Hace un día espectacular para correr. Unos 14ºC a las 9 de la mañana, sin viento, y sin nubes a la vista. Me olvido de que tengo rodillas, como me recomendó mi amiguete y masajista del cuerpo y el alma, Javi. Si no hay rodillas no cabe la posibilidad de que me duelan. 

Pistoletazo de salida y empezamos a correr, con calma, aunque llevados en volandas por los ánimos del público, que ya a esas horas ocupaba los laterales del circuito. 

Me tomo con calma los primeros kilómetros, a un ritmo cómodo aunque desconocido (Decidí correr por sensaciones, sin cronómetro). 
Los primeros 20km transcurrieron de la siguiente forma: 
km5: Avituallamiento - No sé beber en carrera - Flato
km8: Parece que he recuperado la verticalidad - Seguimos con la carrera
km10: Avituallamiento - Sigo sin saber beber en carrera - Flato
km12: "Hola Álex, soy tu rodilla, sabes que estoy aquí ¿Verdad?"
km13: Parece que he recuperado la verticalidad - Seguimos con la carrera
km15: Avituallamiento - No tropiezo dos veces con la misma piedra, acabo con ella por erosión - Flato
km18: Me despido del flato por tercera vez. 
km20: Avituallamiento - Esta vez no me la das, camino y luego sigo - He aprendido la lección

Se van sucediendo los kilómetros a un ritmo constante y, por qué no decirlo, un poco cochinero, aunque me encontraba entre los globitos de 3:30 y 3:45. 

Pasamos el kilómetro 30 y no me queda otra que hacer una "parada técnica". No fueron más de 40 segundos el tiempo que estuve parado, pero al reiniciar la marcha la rodilla se quedó bloqueada, sin poder doblarse. Cualquier intento por forzar la articulación acababa con un dolor extremadamente intenso, similar a una puñalada. Aprieto los dientes y continúo unos metros, sé que si consigo que se vuelva a calentar podré continuar hasta el final. 

A los 20 metros no queda más remedio que empezar a andar. No es posible continuar corriendo. Esto no puede acabar así, yo era invencible. 

Empiezo a aprender, y a entender la verdadera filosofía del Maratón. 

A la desesperada intento correr tanta distancia como me permite la rodilla; nunca más de 50 metros seguidos. Sigo empecinado en que no puede acabar así. 

Finalmente, allá por el kilómetro 35, vuelvo a andar y escribo un mensaje: "Estoy en el kilómetro 35, voy andando". Se acabó. 

Mirada al suelo, orejas agachadas y continúo andando por fuera del circuito. Lo que estoy haciendo ya no se puede considerar correr un Maratón. 
Algunos corredores me animan a volver a la pista al grito de "Valiente". Los verdaderos valientes son ellos, y a ellos deben ir todos los ánimos. Yo tan sólo era un "cadáver" más que había pagado su inconsciencia. 

Cuando vuelvo al circuito (porque no queda más remedio) vivo en mi propio cuerpo una serie de sensaciones que espero no olvidar jamás, y que si por alguna razón lo hiciese, siempre puedo volver a leer estas líneas. 

Veo cómo el público me anima, siento que son ánimos sinceros. A pesar de caminar derrotado, no fueron pocas las personas que me hicieron levantar la cabeza y mirar hacia arriba, aunque sólo fuese para agradecerles ese apoyo. Incluso los más peques estiraban sus manitas para recibir ilusionados una palmadita. (Yo lo siento mucho, pero esto es algo que me supera y me emociona como casi nada). Entre el público encontré una chica que me invitó a dejar de pensar y continuar corriendo hasta la meta. Creo que no podrá imaginarse lo que le agradecí esas palabras, pero tras volver a intentarlo me seguía resultando imposible correr. 

Más adelante, uno de los corredores más veteranos paró su marcha para andar unos metros conmigo y dedicarme unas palabras: "Sabes que estás jodido, pero también sabes que por tus cojones vas a llegar a la meta, aunque sea gateando". Cómo lo sabía, caballero. No está en mi naturaleza rendirme a las primeras de cambio, me puede la curiosidad de intentarlo hasta el final para vivir el desenlace. 

A falta de 4 kilómetros para acabar un hombre del público me para para darme un masaje en la zona dolorida. No tenía por qué hacerlo, no iba a ganar nada (material) por hacerlo, pero lo hizo, intentó ayudarme de la forma en que estaba en sus manos. Los efectos físicos del masaje duraron tan sólo unos segundos, pero el gesto que tuvo conmigo durará casi para siempre. 

En todo momento intenté sacar un punto de optimismo: 
- No pasa nada, intentaré al menos superar mi mejor marca, sin llegar al objetivo de 3:30 
- Me adelantó el "Pace-Maker" de 3:45
- No pasa nada, al menos intentaré hacer M.M.P. en esta prueba
- Me adelantó el "Pace-Maker" de 4:00
- Me adelantó el "Pace-Maker" de 4:15
- Me adelantó el "Pace-Maker" de 4:30

Los dos últimos kilómetros fueron de total impotencia, llorando a lágrima viva, pero hacia adentro, ya que mi condición de hombre me impide llorar en público. Cada sonrisa y palabra de ánimo del público me dolía por no poder dar un poquito más, pero me hicieron sentir extremadamente agradecido. 

Tan sólo quedaban unos metros y allí estaba esperándome mi club de fans personal. Al principio ni los vi ni escuché, dejé de pensar en otras cosas que no fuesen cruzar la meta cuanto antes. 
Un "¡Álex!" me sacó de esos pensamientos y apretando bien fuerte los dientes puse rumbo a la meta lo más rápido que pude, con lágrimas, reconozco que esta vez alguna se asomó al exterior. 

Aunque es lo de menos, el tiempo final fue de 4:25:11.

Ahora toca reflexionar de nuevo, aunque creo que tengo alguna conclusión clara: 

- Si le pierdes el respeto al Maratón, corres el riesgo no de encontrarte con "El Muro", sino con Filípides en persona para soltarte una hostia con toda la mano abierta.

- Sin duda, esta ha sido la Carrera en la que más he sufrido, física y mentalmente; Pero también en la que más he aprendido, sobre el Maratón y sobre mí mismo.

- Al llegar a casa dudé si colgar la medalla junto al resto. A pesar de no correr la maratón entera, he aprendido lecciones muy importantes de las que estoy orgulloso. Supongo que esta medalla es un "premio" a ese aprendizaje, así que he decidido que ocupe un lugar junto al resto.
- No habrá palabras suficientes para agradecer tanto apoyo recibido

¡Gracias!